Dejemos todo para mañana

Foto de Ada Longhi
Retoques de Saurio

Dejemos todo para mañana
Leonardo Longhi

Anche questa notte passerá
Giuseppe Ungaretti

Quicio

Respiro el primer aire que anuncia la madrugada hasta llenarme los pulmones
Onetti, El pozo

A las X cero tres de la mañana
cuando las respiraciones de estas mujeres
ponen una leve cortina a la noche
me acerco al resquicio de ventana abierta
que da hacia el este.

En un par de horas va a subir desde el río
una niebla roja
que estalla en los árboles de la calle tres arroyos
y anticipa el cansancio por el día que no es

Más allá se agita el fantasma 
que inventamos para la pequeña Ada
encaramado en el campanario de la basílica.
Escondido entre los mantos húmedos 
se pone a soplar
este viento que arranca de golpe
arrastrando polvos y tormentas encalladas,
llega hasta mi cara como promesa de presente
y se agazapa

Un episodio de emanaciones tibias
y cerrazón a ras del piso:
los ruidos giran la puerta del aire
antes de los primeros gorjeos
y aspiro la calle como un sueño realista
que no tranquiliza ni asiste a quien se asoma
abriendo ojos y boca de ahogado
Para atestiguar la vacuidad sagrada de lo que sigue
entre nosotros vivo

Se trata de indicios
de que el próximo minuto es indispensable
para alguna versión de la humanidad, 
en vilo su testimonio o sueño de sangre
en esta extensión que es tiempo llano

Cómo decir
se puede seguir amando y sufriendo
a expensas de segundos desperdigados en la tierra
de álamos y abuelos hechos polvo, pólvora
gastada al fin en gestas sin destino.

Una forma
de flotar, semeja un tango
con lluvia de radio AM como brújula 
rota en la memoria, partida 
en el mismo quieto navegar
de mis antepasados con sus polvorientos sacos
y cartones

Homenaje al cuerpo cauto
que tras decenas de catástrofes mal apañadas
no acepta señales de descomposición
ni olvido, deja marcas 
en el piso para volver alguna vez 
de esta tierra apenas entrevista.

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Cáscaras

Juntamos las cáscaras de maní
Sobre la mesa, hablamos de algo,
Una historia familiar de las que siempre 
Me pedís. Tatarabuelos, primos 
Terceros, espectros que llegan a tu vida 
Sin saber de vos. Afianzados
En su papel, acuden a escena
Desde tiempos y lugares 
Que no siempre puedo atravesar.
Afuera luces blancas, rojas, 
Amarillas, indican que la noche 
Está tranquila y alerta. Igual nosotros 
En la cocina. No pensamos 
Apagarnos aunque pronto 
El alma se nos va a fugar por cavidades 
Inimaginables hasta que la mañana 
Nos auxilie. Apilamos las cáscaras, 
El que logra la torre más alta
Gana. Si a uno se le caen, vuelta 
A empezar. No es raro que soplemos
O movamos un poco la mesa 
Para que la catástrofe postergue 
El momento de limpiar 
Apagar la luz, olvidarnos de la
Sombra, los rumores a lo lejos
Y la musiquita casi imperceptible.
Unos siete años más tarde, 
Te parás de espalda a la ventana 
Con la misma noche de telón. 
Tus ojos enormes me persiguen
Hasta que dejo de teclear. “Estoy
Desesperada”, decís y en la pausa
El rodete se ladea un poco. “Quiero 
Cantar y no puedo”. Te aconsejo 
Que no fuerces la garganta, total
El virus va a morir en pocos días
Y tu voz paladea la venganza. 
Sé que no hay resignación, en un rato
El té con miel va reflejar el rictus
De un capricho dulce. Así es 
Como ganamos terreno a la madrugada 
Mientras el río a lo lejos se mece 
Muy despacio, para no alterar
La sensación de este momento 
Hecho de milagros tenues. Tu mamá
Sueña ahí nomás. Las casas se acomodan
En la cáscara del mundo.

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Narradora

Midnight shakes the memory
As a madman shakes a dead geranium .
T.S. Eliot

Nunca te escribí
Un poema, decías, pero esa 
Acentuación me hace
Recordar fragmentos, imágenes 
Imantadas para crear un signo 
que te nombre sin motivo.

El motivo, no el poema
De las manos que van dejando
Sus marcas en las losas cual si fueran
Rastros de un alfabeto perdido. 
¿No es una trampa natural 
Todo destino? ¿Y no nos entregamos 
Desde que cruzamos esa puerta 
A un juego de espejos enfrentados
En las ruinas del jardín de Ardis?

Acá estás. En tu boca se hacen desear 
Las historias más temibles. Nadie sospecha 
Que tu noche en calma es la que teje
Los enigmas y los cruces 
De las tramas que creemos transitar 
Con los oídos desterrados de un silbido.

Los trenes nos llevan a cualquier parte
Mientras me preocupo por minucias
En un viejo sillón. Escucho canciones
De la inundación y me duermo recordando 
A la niña que vi jugar entre los árboles 
Con su vestido blanco y la cabeza un poco inclinada
Hacia el eco de sus pasos sin retorno.

¡Ninfas de la razón, 
Incendien con una imagen 
La fértil desnudez de lo que existe!

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Rosario

Grillos se asoman al costado
De la ruta interminable. 
Hay brillos y panaderos
Y pájaros que nadie puede ver.
Mi padre maneja y yo fumo 
La pipa italiana, vigilando el círculo 
De luz que nos transporta
Hacia el próximo minuto.
¿Quién es el niño 
Serio y tranquilo a mi lado?
Pachapalito. Así te llamaba tu abuelo
Jesús, que engendró a María 
Candelaria. Tus labios 
Sellados y rectos son el signo 
Del que penden nuestras vidas 
A 120 kilómetros por hora. 
Lo último que me contaste 
Antes de partir fue la historia
De nuestro anfitrión en Rosario.
Hizo su casa de vacaciones
Justo a la vera de la ruta, frente
A la fábrica donde trabajaba.
Señalaste el cartel cuando la ciudad 
Ya era una burbuja. ¡Qué boludo!, 
¿Cómo se puede vivir así?", decías. 
Cuando tu risa se apagó, 
Lo único que pude ver
Fue el humo que me vaciaba
Entre los huesos del paisaje. 
No sé, te diría que nos extraviamos
Por una grieta de aire como ecos 
Desconocidos. ¿O volvimos
De un futuro que no nos correspondía
habitar? De pronto 
Las casas pasaban, impávidas. El río
Soplaba su ensalmo 
De idiomas familiares.
Aparecimos por fin 
En la calle de la infancia, quieta
Y alerta. Se hizo fuerte el olor 
De los paraísos. ¿Qué te parece
Si cerramos los ojos
Y escuchamos a Gardel 
En el balcón, antes 
De que los demás se despierten 
Y el resplandor nos impida pensar 
En todas esas noches que nos esperan
Recién llegados, partiendo?

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Perro blanco

"Habla conmigo, viejo perro blanco..."
L. A. Spinetta

Volvemos de la isla por la calle de tierra.
Dejamos atrás el campo abierto, la oscuridad 
Nos resguarda de historias familiares, no 
De aciagos tiros por la espalda.
Mi amigo de sangre irlandesa sabe del campo,
Monta hasta que la sal brota de la grupa del potro.
A la mañana estuvimos en el pueblo
Con nombre alemán. Un manto 
De neblina se fundía en memorias de futuros
Sobrevivientes. Pasó  un auto rojo
Tajeando el aire. Nada de sombra en los cruces
De calles iguales. Madres, hijos
¿A qué fiesta nos llamaron antes?
Volvemos de la isla, caminamos entre mastines 
Y alambrados. Llevamos el miedo 
Como un idiota cargado en la espalda.
La canción del perro blanco
Suena en nuestras mentes. Es una flecha
Esa melodía detenida entre el río
Y el pasto fresco donde nos tiramos
A medianoche para exhalar el tedio
Hacia estrellas de papel picado.
Años después lo veo. Vaga el perro
Una madrugada por el barrio de la infancia.
Nunca es demasiado lo que se pierde, dice.
Lo sigo pero desaparece en la espesura.
¿Sabíamos que esa noche fue abierta
Para que volviéramos siempre a ella, 
ese lugar donde la maldad nos acobija 
Entre humedales, maderitas negras?
Duerme la vaca en la isla, silba
El zorro, zumban las piernas acosadas
Por colmillos de hule, titilan 
Los bichos en el basural como el silencio
Del amor que no sabe a dónde disparar. 

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E dopo...

Aquella vez estuve largo rato
Sentado sobre un paredón del sur.
El pozo azul del parque 
Hacía de lago fantasma
Cruzando la avenida. El calor
Traía vahos de flores y basura
Mezclados con una niebla leve
Que solamente podía ser 
El río. Me acordé de un amigo
Que jugaba a descubrir la noche
En el goteo de la canilla
Del patio de pensión. Quisiera
Ser ese hombre solo
Que fuma en algún lugar
De la ciudad. Pero atrás del ruido
De los camiones y los taxis
Hay seres que gimen 
Como ensoñaciones. Hay
Un hombre agonizando
Dentro de la mole
Del hospital. Alguna vez 
Fue gordo y poderoso
En su simplicidad. Un gran
Comerciante de los muelles.
Ahora quiere salir de ahí
Para ver la ribera una vez más
Y saludar a los vecinos 
Moviendo apenas la mano
Desde un auto celeste y 
Blanco. Algo de la noche
Se oye en las voces que nos unen.
Es un hilo de nada 
Que anuda los anhelos 
De la especie. Tengo ganas
De fumar pero no fumo. 
La escena se desliga
De cualquier pretensión
De ponerles un precio
Al movimiento y las luces.
No hay quietud, no muerte
Ni vida en tus bolsillos.
Un puñado de aire indefinido
Que no te pertenece
Se pierde entre los pasos
Incapaces de avanzar.
¿Cómo volver a casa entonces?
Empujado por el recuerdo
De los ojos mendicantes
Y unos claveles frescos
Que su mano depositó 
Junto a las moneditas
Y el vestido de los santos.

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Amigos

El fracaso de la forma es el olvido, te gustaría decir,
Querido amigo, si estuviéramos sentados otra vez
Sobre la avenida que desemboca en las fauces
Del cementerio, ahora que no importa de qué lado está
El mar y se arrastra en la arena el “ignorado perro de la dicha”.
Sin dudas fue nuestra victoria llegar tarde a todas partes,
Poniendo el cuerpo a la premisa de que el tiempo no da la razón.
Apagamos la luz en el momento preciso para escaparnos
De la fiesta. Porque además no nos gustaban
Las fiestas, preferíamos el fuego calmado de lo inconcebible
Y la eficacia de nuestras máscaras de maldecir.
No hubo cómplice ni rival que pudiera aventajarnos
En el asedio de la propia fortaleza. Así atesoramos
Las claves de un pudor que se convertiría fácilmente en rabia.
¿Quién puede acusarnos de haber sido fieles?
A distinta hora nos visitaron las ninfas marinas
Y cada uno dio lo que debía dar a cambio de una gracia
Que no se conquista con los años. Incluso estuvimos despiertos
Toda la noche en un vagón comedor vacío,
Formulando las preguntas exactas que recién ahora,
Cuando no nos interesan, podríamos contestar.
Cada vez que paso detrás de la mole salesiana
Donde nos hicimos hermanos, vuelvo a la madrugada de invierno
En que fuimos a pegar nuestros afiches subversivos
Con el engrudo que preparó la hermosa Carmen
En la cocina de Colegiales. Después de tres intentos
Embocaste una piedra en el vidrio del segundo piso.
No nos movía lo contrario del amor, sino la seguridad
De que el infierno era algo parecido a ese criadero
De fanáticos del porvenir que ni siquiera podían
Tomarse en serio algo tan leve como un santo.
Amigo, estás conmigo en este llano como estuvo la muerte
Sentada al lado del morral de un farsante. Ya no vamos a engañar
A nadie más. Por qué nos tendríamos que perdonar entonces
Las mutuas ofensas resumidas en esa suerte de desafío
Nunca dicho: ¿quién va a relatar primero la repudiable Verdad
Del otro?, ¿quién va a tallar el mármol con el epitafio
Del fantasma que no pudo ser? Te dejo en cambio
Una de esas viñetas taoístas que en nuestra primavera democrática
Llamada Jefferson dictaminabas como mi "mejor obra”.
(Ahora pienso que la traición anticipada era lo que tanto nos hacía reír.)
Vida: ojos que callan/ orejas que ríen/ flores que huyen/piernas que balan/
la noche que me escruta / y yo que no saludo”.

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Diario

 (…) hombres y cosas, no símbolos, no imágenes que uno ve al soñar.
Alberto Girri

Cuando va oscureciendo
En barrios y ciudades
Y se encienden las luces de la calle
Y los negocios son como panales
Y las bandadas hacen sus dibujos en el cielo,
Una nube transparente se escapa
De carteles y pantallas
Y flota sobre las cabezas húmedas
Que huelen a flores recién hechas.
¿Es la épica de los finales
Felices lo que mantiene esta música
Muda en movimiento? Pero cómo pensar 
En un final ahora, cuando la noche
Adelanta sus manos y empieza
A desnudar el alma de las cosas.
¿Y si la felicidad es algo que se deshace
Apenas se toca, como cuando
De chicos intentamos conservar
Entre los dedos las alas de una mariposa?
Asusta el ambiguo temblor de la alegría.
Viene cuando quiere y requiere
Del cuerpo exánime una ofrenda 
De pérdidas y desilusiones, 
Como haber desmenuzado
Multitud de mariposas en tardes infinitas.
En unas horas, cuando queden 
Pocas luces flotando 
Entre antenas y estrellitas,
Despiertos y dormidos vamos a fabricar
Una guirnalda con los restos 
De todo lo que no empieza ni termina. 
¿Qué hacer con ese organismo 
De sutiles variaciones 
Que al amanecer confundimos con la raíz 
Eufórica del mundo? 
Me gustaría darle algún nombre 
De los que figuran en los libros. 
Es inútil, las canciones del pasado trepan
Una pared de madreselvas.
Millones de latidos se esconden 
En un pequeño insecto que merodea por los jardines
Entre las grietas de la tierra fresca. 
Todo esto sigue ocurriendo
A la hora en que se imprimen
Las noticias con los últimos asesinatos,
Las orgías del hambre
Y las inclementes variaciones del olvido.

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Tango

En el lugar de la noche
había una espina.
Me la clavé en el corazón
y quedé extasiado por las contorsiones
de las luces en el centro de todo padecer.
En el pavor inmenso, los puentes
colgantes cimbraban y las abejas
Tejían las letras
de canciones olvidadas en las glicinas.
No sé qué trae
la oscuridad, desborda
la sangre dulcísima entre las manos
y los ángeles grasosos del amanecer
se demoran haciéndose cosquillas
como enamorados. 
Ya viví,
ahora permanezco 
bajo la forma de una herida absurda
en el fondo de otro corazón.

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Merodeo

¿Es verdaderamente temible aquello que los hombres tanto temen?
Lao Tsé

Persigue la sombra del gato,
Se mete en las casas y arranca
Los pajaritos de sus jaulas,
Deja unas plumas
Como prueba y veredicto.
Se oyen chillidos, quejas,
Gritos de celo apagado, letanías
En la boca de un idiota.
El aire ciega, cierra los oídos. Alguien
Asegura haber visto una garra
De bebé, el rastro de la salamandra,
Brillos en la polvareda. Pero
Siempre hay alguien.
Como aquel mono en la terraza,
Allá en Chacarita, atado a una cucha
Con dos perros. Una vez entró
A lo de Don Alí y robó todos los remedios,
Se drogó y apareció en el balcón 
De nuestro edificio, temblando 
En un charco de meo.
¿Resulta menos siniestra la pasión
Del mono que el merodeo de una forma
Casi humana en el recodo
De la noche, capaz de abandonarse
A su única habilidad pueril 
y lasciva? En algún momento
Las luces flotan y pasa un avión
Girando hacia el río.
Las respiración de miríadas de
Seres es un canto sin palabras
Dirigido al infinito, grito
En el capullo de la sinrazón. 
¡Ah, la certeza del ocaso y el acaso 
De los sueños y sus ráfagas de
Agujas en el sitio del rocío!
¡Ah, la Bestia de humo, el espíritu
Que crece entre la espalda y el cielo!
Persigue la sombra del gato, 
Escupe plumas de colores, cala
Los huesos de vivos y muertos.
Al final se camufla entre celofanes
Y cosas menos concretas 
Segundos antes de la salida del sol.

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Pajaritos

A partir de este momento 
De la primavera escucho 
Pasos que resuenan 
Y se alejan, minutos antes
Del amanecer. Los pajaritos
Anuncian que algo sigue vivo.

El espacio de allá afuera
Va tejiendo con su aliento
El cristal que me separa 
De una calle gris con pasos
Y pajaritos que resuenan 
Y se apagan sin saber por qué.

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Idea fija

Hablábamos del poeta en vacaciones
Saltando de piedra en piedra
Frente al inútil mar. Busca
Distraerse del instante de fuga
Que lo alcanza por la espalda.
Cada vez que se detiene oye el ruido
De mareas a lo lejos y arroja
El hilo de un suceso hasta que vuelve 
A sus pies, podrido y seco.
Cuando era joven se burlaba 
De supercherías fuera de la propia
Mente. ¿Cifrar y descifrar 
Los signos azarosos 
Del dolor en la persecución de un habla 
Desquiciada? De no haber cura 
Quedaría al menos evidencia
De ese absurdo persistir en sí. 
¿Pero no es ilusión el texto insomne 
Donde el cuerpo se entrega 
Al acaso de un malentendido? 
Ahora está alerta y exhibe 
Su alegre y malvada impunidad 
De convaleciente. Aunque flote
Entre muertos, piensa, un mensaje 
Es la forma impura de su ejecución. 
Las hojas caen con estruendo de 
Mil batallas en el paraíso, las 
Generaciones pastan
En la espuma de las olas
Que se apagan sobre la vereda.
Felices si nos despertamos 
Solos como chicos en la orilla
Y nos dejamos arrebatar por el 
Temblor de un sonido en la marea
Protectora de la noche.

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Cambio

¿Y si no cambia el viento?
La carrera de las nubes
Hacia el espejo de enero
Te hace abrir la ventana
Al anochecer que promete 
Sombras trepadoras, visiones
De la imaginación en suspenso.

¿Y si el viento cambia pero igual
La sangre baja por avenidas
Con árboles que se crispan
Dejando crecer sus garras
En las entrañas de los niños lobos
Y los lobos soplan pensamientos
Y el rebaño no sabe qué esperar, y espera?

Leonardo Longhi nació en la ciudad de Buenos Aires en 1968. Tiene dos libros de poesía publicados, Arenal (Eloísa Cartonera) y Polva (La Idea Fija). Textos de su autoría fueron publicados en la revista 74 Metros, en la Antología de Poetas Argentinos Noveles (en ocasión del Premio Edenor de Poesía Inédita organizado por la Fundación el Libro en 1996), en Diez Lecturas de Arlt (Premio Edenor de Ensayo 2000, organizado por la misma Fundación) y en Buenos Aires / Escala 1:1. También obtuvo una mención honorífica en el premio FATSA de Poesía 1997.