Del otro lado del estudio, Hambre corre a Palito por todos lados: ¡Vení! ¡Peleá no seas cagón! ¡Así querés ser Presidente! ¡Miedoso aprendé de Roca! ¡No merecés ser tucumano! ¡Mirá como dejás a la provincia! ¡Los porteños nos van a gozar toda la vida! ¡Vamos a ser el hazmerreír de las provincias! ¡Hasta los santiagueños nos van a agarrar para la joda! ¡Peleá mariconazo! ¡Pura espuma, sos! ¡Tucumano soy yo! ¡Tucumano soy yo! ¡Y a mucha honra! ¡Tucumano soy yo! ¡Pura espuma sos vos! ¡Tucumano soy yo, tucumano soy yo! ¡Y no vos! ¡Vos no sos tucumano! ¡¡¡Tuccccuuuuuuummmaaaannnoooo sooooooyyyyyyyyyyyyyy yoooooooooooooo!!!!!! ¡¡¡¡Y no vos!!!! ¡¡¡¡ Tucuuuummmaanooo soyyy yoooo!!!!!!!!!! ¡¡¡¡Y no vos!!!!!!!!! ¡No, yo! ¡Yo! ¡No, yo! ¡Yo! ¡No, yo! ¡¡Yooo!!
¿O vos?


Tucumano soy yo.
Tucumano soy yo.
Tucumano soy yo.
Tucumano soy yo.
Tucumano soy yo.
Tucumano soy yo.
Tucumano soy yo.
Tucumano soy yo.


Tucumano soy yo.
Tucumano soy yo.
Tucumano soy yo.
Tucumano soy yo.
Tucumano soy yo.
Tucumano soy yo.
Tucumano soy yo.
Tucumano soy yo.
Tucumano soy yo.
Tucumano soy yo
Tucumano soy yo.

Tucumano soy yo.
Tucumano soy yo.
Tucumano soy yo.
Tucumano soy yo.
Tucumano soy yo.
Tucumano soy yo.




Y no vos.
Y no vos.
Y no vos.
Y no vos.
Y no vos.
Y no vos.
Y no vos.
Y no vos.
Y no vos.


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Ya no se oía la música de Hippie Rabioso que salía del comedor de la casona. Un silencio sepulcral se había apoderado de las seis hectáreas que rodeaban la casaquinta. De las anchas escaleras de mármol del hall, venía bajando el chofer profesional de la Familia Frasquito, Henry Rivera Inclinada, de origen panameño o algo de eso. Ejecutaba movimientos gestuales con su cara y de salsa con las piernas, al mismo tiempo y a viva voz decía: -Viva el singe, coño. Vivaza para Santo Domingo. ¡Alhaja para Evita, carajo! ¡Vivaza para Pocho, ché! Detrás, acomodándose la pollera venía saltando Doricel, la morena pelirroja. En el jardín, Cucurto trataba de incorporarse gateando hacia una canilla de jardín tapada por unas plantas enredaderas. La abrió y brotó un chorro de agua helada. Puso la cabeza debajo de la canilla. La bailarina adolescente lo seguía hasta la muerte, dándole mordisquitos en los tobillos. Cucurto la acercó hacia él rodeándola por la cintura con su brazo. Arrastró su cuerpo hasta apoyarlo en el tronco joven de un jacarandá que siempre había estado ahí, redescubierto ahora con una maledicencia mágica, casi impune, como del otro mundo. Le corrió el pelo mojado que se le pegaba a la cara y la miró a los ojos. Le dijo algo indescriptible, un par de palabras tal vez, un balbuceo que el viento se encargó de llevar rápidamente. Arielina lagrimeó. El cielo permaneció inmóvil, sin parpadear siquiera. Los ojos celestes de Arielina, abajo del agua, parecían dos turquesas marinas recién descubiertas al fondo de un arroyo. En ese preciso momento, el único instante que Dios dejó librado para el capricho y el antojo de las almas jóvenes. El instante supremo cuando su corazón pasaba de un latido a otro, caudalosamente; ese momento transcendental y ultraterrestre en el cual la sangre ha perjurado un ávido aleteo. Un olor a borgoña del centro de la tierra, un ruido a reto de luciérnagas mangadas de vaya a saber qué galaxias, un ruido a roce de rouge y de bigote, el silencio de las estrellas, la posesión inescrupulosa del colibrí sobre el rosal setembrino, amoroso entre las flores de ahuyama verde, y el único jacarandá se mezclaban abrazados con el paraíso aquel de la vecinita aquella... Nada más quiero decir que Cucurto le dio un beso (algo pastizo tal vez, como el ala de los fantamas, o como el terciopelo de las guacamayas en setiembre, como la piel de las chiperas con las cuales nunca debe hacerse el amor, ni de palabra. Ese es un secreto difundido al oído por el propio Yasí-Yateré, una siesta de resolana y alcohol, tirados a la vera de una calle de tierra roja, litoraleña, itacurubiense...). El gran Wáshington sintió todo el peso de sus vísceras, un escalofrío espectral le corrió por la espalda, como una araña. Es el amor Cucurto que ha ingresado a tu vida con pitos y matracas, bombos y pancartas. En medio del beso dormitaron abrazados un cuarto de segundo, bajo el agua escandalosa, dicharachera.

El cielo relampagueó. Grandes ráfagas blancas y rojas anunciaban una tormenta. Comenzó a gotear. Ahí mismo se escuchó un fuerte aplauso venido del salón comedor. Como un maremoto de sensaciones los envolvió. Tronó el gentío farandulesco festejándoles el beso. Estaban espíandolos, pendientes de lo que hicieran. Arrojaron champagne al aire, billetes de diez mil guaraníes. Un exagerado fuera de control soltó al aire tres bolsas de un polvo blanco. El salón se vio cubierto con una tenue neblina colombiana. Tosiendo, con una picazón generalizada en la garganta, todos los otros invitados salieron hacia el jardín y armaron una ronda alrededor de los enamorados. En ese lapso, los saltaban yendo para el micro los integrantes de Hippie Rabioso y las dominicanas con la boca llena de pastelitos. Mil Pilas se paró frente a ellos, acostó la guitarra en la rodilla, dio tres golpes de palma al oboe caoba de su novia y un par de acordes desafinados a modo de homenaje para los novios.. Después los saltó y palmeándole la cara a Cucurto le dijo: -Felicidades.

El Obispo de San Isidro, se abría paso a los empujones borrracho y desnudo, tapándose con la sotana, repartiendo bendiciones con un cartón de vino. -¡Dénle paso a este pobre profeta, ovejas del señor!, logró hilvanar un par de palabras, persignándose al cielo y tocándoles la cabeza, volvió a conjugar: -Los declaro marido y mujer. En nombre del padre, del hijo y del Espíritu Santo. Amén. Pueden vestirse, alcanzó a decir el cura al fleje del bochincherío, la alegría se generalizó y corrió como una chispa en una mecha. Los alzaron en andas como si fueran en peregrinación por el jardín. Henry, el chofer (única persona cuerda en todo el recinto), al ver semejante alboroto con rondinela de jardincito y flor de pic-nic, dijo abriendo la ronda violentamente. -¿Parece que les pegó mal el tinto a ustedes? ¿Qué hacen? Vamos a ir todos presos. Vayan para adentro, ¿qué se creen?, que los vecinos no comentan. Dándose vuelta, mostrando una sonrisa perfecta, con absoluta y atinada caballerosidad, levantó las palmas y chamuyó a los vecinos que ya se asomaban por las ventanas y balcones. -Disculpen, estamos filmando una película. Prometo entradas para todos. Hay que apoyar al cine argentino, ¿no les parece? Después de aflojar el terreno miró de reojo a la frugal parejita de enamorados, sentados en el pasto, abrazados, soldados, colmando el límite de arrumacos. "Y ustedes que hacen ahí, ¿un stripse ecologista?", les dijo. Sujetó a Cucurto de un brazo lo ayudó a incoporarse, tuvo que tirar un poco, pues le costó separarlo de Arielina, que seguía sentada en el piso, desnuda como una Lola Mora postmoderna. -Escuche amigo, dijo mientras caminaban por el sendero de pasto recién podado, bordeando la piscina, y sin sacarle la mano del hombro. Usted también es dominicano como yo. ¿Okey? Bueno, usted es nuevito en esto, acepte mi consejo. Buenos Aires es muy tentadora, las guatas como decimos en nuestro país se abren de piernas al rayo. Pero no puede andar singando a medio mundo. Se va a chupar como un higo en un par de horas. Tiene suerte; ya se volteó una muy linda, bien, tiene la aceptación de la familia artística argentina, aquí presente. Manténgase al margen, Cucurto, tranquilízese, no se deje llevar por las olas engañadoras de la fama. Deje de lidíar con tantos yiros. Mírese un poco al espejo, mire como está. Ni una hora hace que llegó de Dominicana. ¿Cree que va a aguantar una hora más a este ritmo?" Y cambiando de tema: "¿Todavía no se bañó, verdad? Tocan dentro de 35 minutos. No hay tiempo", y lo revoleó del forro del cuello al medio de la pileta. Cucurto no terminaba de caer que el negro ya lo apuraba: -Vamos, salga de una buena vez, ¿o piensa quedarse toda la noche? Cucurto se apoya en el borde de la pileta y dando un salto cae al pasto. Se refriega los ojos como una foca despabilada. -Tenemos que viajar hasta El Rincón del Litoral, en el barrio de Constitución. Alíñese, que el micro está en marcha. Están todos esperándonos.

Desde el micro Frasquito grita:
-¿Que pasa Henry, que demoran tanto? ¿Le estás cambiando los pañales? Los músicos festejan el chiste exageradamente, aplaudiendo, dando fuertes carcajadas y agarrándose el estómago de la risa. La Bomba Paraguaya para nada conforme, se cruza de piernas y hace muecas. En el asiento conjunto, El Gran Tipeador controla el programa de esta noche: "Primero sube La Bomba, después Hippie Rabioso y cierra el show Cucurto con sus bailarinas, todo en orden", dice para sí mismo.

De un empujón Cucurto cae sobre los asientos de pana del micro y sobre los infradotados integrantes de Hippie Rabioso, que dormían totalmente borrachos. Cada dos por tres el bajista del grupo se despertaba para pedir un whisky: -Rápido, un whisky mozo, decía en sueños al otro integrante y tecladista del grupo, quien inmedíatamente se paraba devolviendo en la cara de los demás integrantes. Mil Pilas, la voz del grupo, meaba en la cara del soñoliento bajista que decía: -Gracias mozo, y al instante repetía, otro whisky mozo, pero esta vez con hielo, que estaba medio calentito. Y seguía roncando.

Arielina intentó desesperadamente subirse al micro. Henry la paró con un manotazo pachorriento, lanzado al tun tun, así y todo, suficiente para establecer barreras: -¿Qué te pasa, querida? ¿A dónde querés ir? Hacé el favor de quedarte quieta. ¿Qué te pensás? ¿Que Cucurto va a intimar con cualquier loquita? Es el músico mas importante de América Latina, por si no lo sabés. Y para que te dejés de llorar, tomá, te regalo un compac, le dijo lanzando un concierto de peros e imposibles con una inicuidad innecesaria para el caso. Viendo que la señorita seguía compitiendo, movio las cejas y la cabeceó invitándola a soplar el micrófono, o a agitar las castañuelas, o algo de eso que todos sabemos bien. -¡Qué te pensás que soy, una cualquiera! ¡Equivocadito, mijito! se parapetó Arielina. -Con esta tilinga no pasa naranja, se resignó Henry.

Estéril, Arielina comenzó a gritar, ¡Cucurto mi vida! ¡Mi amor! ¡Si te sacan de mi lado me mato! ¡Te llevás mi feminidad! ¡Mi vida! ¡Prefiero la muerte a la vida sin vos! ¡Cucurto me rompés el corazón! ¡Si me dejás me pego un tiro! ¡Te lo advierto, te juro que me corto las venas!

Cucurto al escuchar los gritos, sacó la cabeza por la ventanilla y le dijo: -Arielita, mi amor. ¿A dónde me llevan? ¿Por qué nos separan? ¡Sin tu amor no tiene sentido mi vida! Arielita, flor de mis sueñoos... Arielina pegó un salto y se agarró del cuello de Cucurto. Se besaron apasionadamente.

El enorme Mercedes de dos pisos, con un sol y dos palmeras dibujadas en ambos costados, comenzó a andar. Se precipitó a medía velocidad por una callecita empedrada en bajada finalizando en un par de portones de bronce. Arielina seguía aferrada al cuello de su amado. Con su cuerpo tapaba la inscripción en letras doradas: "Grupo Los Palmeras". Se prometieron miles de cosas, delirios que jamás cumplirían. Finalmente la bailarina declinó. Soltó el grueso cuello del dominicano y cayó al pasto.

El micro se alejaba más y más, sin conocer semáforos.

Arielina se aferró llorando a la rejas del enorme y vericueto portón, se arrodilló sin soltarlas. Se pasó por la cara los cabellos motas del cuello de Cucurto enredados en sus dedos. Una nube de polvo cubrió la luna ensombreciéndo el pasto. Una lágrima del color de sus ojos surgió de entre sus mejillas, cayó sobre los rastros de cabellos negros, que ya se enredaban entre los dedos de Arielina. Una fuerza salida de su corazón los envolvió.


Hambre levanta a Palito sobre sus hombros y lo arroja sobre una mesa de invitados. Tito Luciardo, comentarista deportivo, Mariana y Maritza, vedettes del momento, muy livianas de ropa y el arquero suplente del Deportivo Cordillerano se horrorizaron al ver encima de sus platos los 64 kilos de Palito. Los distintos platos de ensaladas y frutos del mar cayeron al suelo. Mejillones y demás cornalitos saltaron al escote de la hermosas vedettes. Rápido de reflejos, la "anguila" del Cordillerano, metió sus grandes manos entre las tetas de las hermosas. Pescó medio kilo de cornalitos avinagrados, un fuerte tirón de orejas y seis cachetazos coordinados que hicieron mella en sus mejillas.


Palito se atragantaba con palmitos y champiñones tratando de sacarse de encima a la anguila que estaba estrangulándolo. Don Tito terminó con la disputa reventándoles una botella de sidra en la cabeza a cada uno. La anguila se desmoronó sobre la falda de las vedettes. Con las mejillas inflamadas, la cabeza rota y la corbata arañada, parecía un chirolita. Palito escupió puré de palmitos con aceites, moco y sangre. El botellazo lo despabiló. Hambre no le dio respiro y se le tiró encima con sus 120 kilos. Rodaron hasta chocar una mesa de 16 invitados. Las tablas de la mesa saltaron hacia el techo, y los ochos pares de sillas se deslizaron por el centro del salón haciendo caer las demás mesas. El piso del estudio era una gran ensaladera con restos de frutas, pollos, pescados, colitas de cuadril e infinidad de pecetos adobados con ajo y perejil. Las bataclanas pelirrojas se pararon dejando caer a chirolita, en la calentura del quilombo, tiraron sus vestidos de seda quedando desnudas para todo el país. El público las aplaudía. Susana que estaba en la mesa vecina se tapó la cara con las manos de la vergüenza. Las despampanantes nudistas fueron a buscar a Ganas, que las vio venir y comenzó a bajarse ó: -¿Qué hacés, boludo?, vienen a fajarte.
El novio de Susana se levantó para preguntar "qué pasa acá" y ligó por parte de Don Tito, un Mercier- Extra Brut por la cabeza.

Las dos vedettes interceptaron al negro y le arañaron hasta los pelos de las axilas. El disk-jockey del Palacio se alió con Palito que venía flojo en las tarjetas. En todo el baile comenzó a sonar un viejo hit. La gente saltaba al ritmo de las trompetas y los clarinetes.

Hambre y Ganas no entendían nada.

"¡Tú tienes una carita deliciosa! ¡Y tienes una figura celestial! ..." "¡Tú tienes una sonrisa contagiosa... pero tu pelo es un desastre universal!"

El Director del Pami se paró encima de su silla gritando: ¡Orden! ¡Dispérsence en orden, por favor! ¡Hagan por favor, los contertulios! Lo encontró una silla indecisa, solterona, que andaba buscando donde aterrizar. El airoso Director cayó encima del Falso Inventor del Sida que le mordió una oreja. El Repositor del Año trató de ayudarlo pero el Director lo detuvo con un puntapié en los dientes, mientras que El Falso Inventor del Sida le mordía un codo. Un país entero ve a dos hombres peleándose, como en riña de gallos. Los dos hombres más populares de la República Argentina.

El novio de Susana se repone y los increpa: -¡¿Se dan cuenta lo que están haciendo!? ¡Están arruinando la fiesta máxima de la televisión argentina!

-Más que arruinándola, estamos animándola, responde el Rey.

El novio estuvo consciente medio segundo, pues enseguida recibió de regalo un Carccasone borgoña, cosecha 1924, por la cabeza. Le salió un chichón enorme. Susana lloraba y el dominicano colocaba sus mejores golpes debido a su mayor alcance de brazos. "El Rey" no se da por vencido y castiga seco a los riñones. Todos alrededor bailaban el hit.

Se paran de punta
como un puercospín,
parecen la estatua
de San Peluquín.
Ni tres peluqueros
te alcanzan a ti,
con peines de acero
y sierras sin fin.

Harto del borrachinaje, el mozo portorriqueño les choca las cabezas y los dos caen desmayados al piso.

"¡Tu tienes una carita deliciosa! ¡Y tienes una figura celestial..." "¡Tu tienes una sonrisa contagiosa! ¡Pero tu pelo es una calamidad, ac, ac, ac, ac, ac, ac, ac, ac, ac, ac, ac, ac,
ac, ac, ac, ac, ac, ac,
ac, ac, ac, ac, ac,
ac, ac, ac, ac,
ac, ac, ac,
ac, ac,
ac,
ac,
ac,
ac,
ac,
a,
a,
a,
a!..."

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¡Aipotha rhé byha¡¡Aipotha rhé byha! ¡Con dhe ara o güajevo! ¡Aipotha rhé byha! ..... ¡Aipotha Palito rhé byha! ..... ¡Fuertísimo el Feliz Cumpleaños en guaraní, el idioma de los dioses y de los indios! ¡Que también son dioses! Fuerte el aplauso a nuestro querido hermano presidente ¡Electo democráticamente! ¡Doblemente fuerte entonces, el aplauso para el Gran Conductor, el Magnífico, el Insuperable, el Intachable. El hombre al cual sus detractores nunca pueden ensuciar. Pues bien decía el General, podrán inventar mil mentiras, pero nunca podrán hacer que una sola se vuelva realidad. Fuerte el saludo para el hombre que le tiende la mano hasta a sus mas acérrimos opositores ¡Pues su lema es conocido por todos, no hay política sin amistad! ¡Fuerte el aplauso para aquel que piensa en la unidad nacional! ¡Muy feliz Cumpleaños, Palito, te desea de todo corazón El Rincón del Litoral, palacio de la mejor cumbia!.... Y bueno, ya que estamos, pido un fuerte aplauso para todos nosotros!... Ahora sí, después de este "impasse" de política nacional, pasemos a recibir a nuestra selecta concurrencia, invitados, colados y demás. Es que las grandes noches dan para todo, ¡vaya veladita tenemos hoy!... 500 años cumple esta bellísima ciudad.... 500 años no es nada, mi niña... Merecidamente bien llamada Reina del Plata. La ciudad del amor. Y en vísperas del amor, aprovecho para mandarles un fuerte beso a todos los enamorados en su día, aquellos que se abrazan emocionados en una plaza viendo la luna. Siento el repiqueteo cándido de los besos, las manos húmedas las mejillas hirvientes, acá cerquita nomás, a un par de cuadras, en la plaza Constitución, aprovechando de esa oscuridad luminosa, que toda noche tiene reservada para el amor. O un poquito más lejos, en el parque Lezama, barrio de tango, luna y misterio, perdiéndose entre las sombras de los arboles centenarios, ¡cómplices de los caprichos del amor! ¡Eucaliptus, ficus y estatuas de yeso! Todos disfrutando de la brisa que viene del bajo. ¡Arriba los corazones! ¡A todos, muy feliz día de San Valentín! Y bien vaya este saludo para los "otros" enamorados, que también los hay. Los enamorados de la ciudad, de los cien barrios porteños, de los libros, de la poesía, del mate y de la yerba volada, del poder y del dinero... ¡Cuantos enamorados habrá esta noche! ¡Felices las sábanas! ¡Y felices los dueños de los hoteles! ¡El Rincón del Litoral, verdadero movilizador industrial, gracias a su jolgorio sobreviven otros ramos, como el de la hotelería y la florería! ¡Y hasta el farmacéutico! ¡Viva entonces, el Palacio de la Cumbia! ¡Cuántos intercambios ya no telefónicos, sino de i-mail! ¡Viva, que más da, el intercambio de i-mail, entonces!
Los tiempos cambian, y a mis enamorados cibernéticos, espero no garchen vía i-mail también. Al fin y al cabo el amor no conoce modernidad. En el día del amor, ¡arriba los corazones! ¡Viva los enamorados, y los amantes, la mujer del vecino y el marido de la otra! ¡Y los que recién se encuentran, pero van igual! ¡Que la sangre joven se haga escuchar!.....

Como les iba diciendo, 500 años cumplimos todos, argentinos y paraguayos 500 años en libertad e independencia. Y lo festejamos en esta casa, como no podía ser de otra manera. El Palacio de la música, la risa y la alegría. El hogar de todos nuestros hermanos paraguayos. Y ahora sí, vamos a mantener un aplauso sostenido para nuestras estrellas invitadas de lujo... El ingenioso, Gobernador de Tucumán, un representante del centro de estudiantes de la Universidad de la Plata, el Monarca Sirio Al Jalab-Jalamelá... ¡Continuemos con los aplausos por favor! Saddam y Clinton que se arrojan migas de pan desde su respectivas mesas. El árbitro mexicano de Fútbol, Francisco Codesal, a quien le obsequiamos un par de anteojos, El falso inventor del Sida, El Gran Tipeador de los Sorias, Cachito y Cachirula... ¡Fuerteee los aplausos que no paren! Isidoro Gesbor, La madre de Plaza de Mayo, las hijas de Plaza de Mayo, Las nietas de Plaza de Mayo, ¡La Plaza de Mayo! El Ministro del Interior de Santiago de Los Caballeros, La novelista del boom y ex-socióloga neurasténica. ¡Fueerte el aplauso para ella, la Srta. Enriqueta Foguetta! También, ¡Hermegenesia, la simpática portera del Palomar! El cadáver de la Sra. Eva Duarte de Perón, Idalina, Justina y Miguelina, las chicas del grupo literario Chucofa (chicas unidas contra el falo), Vocé Abusó, Humberto Anachuri, Pili, Ricardo Bastillas y su secretaria Cirila Negrillas. ¡Vamos no paren de aplaudir que la lista sigue!... Carlos Gamarra, Líbero del Paraguay, Ricardo Tosé, Benjamin Escupe, Cecilio Aplaude, Suni Castiñeira, Sunilda Villasanti, Suni de la Vega, ¡Tres reinas paraguayas!, Miss Tanga, Miss San Bernardino, Miss Bombacha Veloz... El Inventor de los pañales descartables, el fundador de San Juan de la Maguana, Luis Pastillas, Intendente de Escobar, los mellizos Silvestre y Salvaje, los hermanos Cecilio Peor y Epifanio Imposible, Estrella Rapaz, Delfino y Vanna Cuchitril, La familia Coto, La familia Vega... ¡Y toda la familia argentina, en fin!...


-¿Como pudiste contratar a este grupo de borrachines irresponsables? Eso demuestra lo mucho que me querés, turro. Desde ya te lo digo, Frasquito. Yo con estos borrachines drogadictos no subo al escenario. -¡Qué decís, mi amor! ¿Como no vas a subir, mi vida? ¡Dejáte de joder, mi flor!, dice Frasquito en el interior del micro, intentando convencer a su esposa. -No subo y se acabó. Esto lo hacés para ridiculizarme ante mi público, te conozco mascarita. Pero esta vez te salió el tiro por la culata. Pues subo igual y te voy a demostrar lo profesional que soy. ¡Nadie se burla de la Bomba Paraguaya, por más multimillonario que sea! ¡Ya vas a ver, turrito, a la Bomba por más boluda que sea, nadie la agarra de boluda!, bochinchea La Bomba Paraguaya, cantante de cumbias, mientras el micro cambia de mano y ella se sopla las uñas con un gesto contrariado. Estira para abajo su minifalda que se le subía a la altura de la ingle mostrando todo. -Le pifiaste fiero conmigo, mijito, ¿qué pensabas, queridito? Trago pijas, pero no como vidrio. Lo mío es vocación. Y subo igual, claro que subo. ¿Que soñabas?, que me ibas a amedrentar con este trío de borrachines y estas negras infladas. Te voy a demostrar quien es La Bomba Paraguaya. Ah, y a ese héroe de capotilla, nacional y justicialista, metételo en el fondo de tu patriotismo. ¡Ju!, ¡Te la mandé doblada! pensó la bomba bajando el mentón y cruzándose de piernas. -Muy bien vidita mía, así se habla. Esa es mi esposa, respondió Frasquito condescendiente.

En sus asientos las negras comenzaron a saltar y a dar gritos tullidos, la hilaridad de las centroamericanas rajaba los vidrios de las ventanillas: - ¡Debutamos! ¡Gracias, primito!, y se abalanzaron agradecidas sobre su primo Henry. -Suelten chicas, larguen, ¿Quién se piensan que soy?, los borrachines que se las empoman gratarola. -¡Gratarola tu mama, dominicano del demonio!, gritaron a trío, ofendidísimas las negras. -¡Por Dios, como viran los hombres en Argentina! Si hasta ya piensan que tienen el toto de oro. Coño, que manera tan horrible de olvidarse de sus orígenes, comentó Magela, la morena pelirroja, en voz alta hacia las demás. -Es verdad, se olvidan que tienen mujer e hijos. Y si les preguntas se olvidan hasta de la isla entera, dijo Doricel apoyando el comentario. -¡Dios mío y las criaturas muertas de hambre en Santo Domingo! Pero ellos con tal de ponerla se olvidan hasta de la Virgen de Guadalupe, agregó Idalina. -¡Que poca responsabilidad! -¡Y nada de sensibilidad! -¡Qué culpa tiene los niños! -¡Pobres angelitos!, exclamó alguna de las tres, mostrando una doble hilera de dientes grandes y blanquísimos. -¡Y resulta que porque manejan el micro de un millonario son gente! -¡Hasta piensan que el micro es suyo! -¡Y el dinero del millonario también! -Hasta que les pegan una patada tú sabes bien donde. Después vienen llorando a la falda de quién. ¡Dinos de quién, dominicano!, las tres a coro. ¡A la falda de quién, mal parido! ¡A la falda de una dominicana, coñazo! ¡Dilo, a la falda de quién! ¡A la falda de una dominicana!, seguían las negras a coro ¡Gente se nace! ¡Gente se nace! ¡No se hace! ¡Gente se nace! Tu negro olor a mono, nos juzgas porque entregamos la cachucha para darle de comer a tus hijos. ¡Negro endemoniado! Vaya primito hemos ligado, chicas.

Al eventual florecimiento feminista se suma La Bomba: -¡Qué barbaridad, por Dios! Todos los hombres son iguales, pobres y ricos. Los millonarios son peores, si hasta piensan que te pueden silenciar con 7 u 8 millones. Son una peste, peores que los ratones de clase medía, ¡la peor de todas! ¡7 u 8 millones!, ni loca, chicas, con esa miseria no llego a fin de mes, decía mientras cruzaba las piernas y se limaba las uñas. Continuó, a mí todo o nada. Al final voy a terminar pensando en un pobre. Inmedíatamente se retracta: -¡Un laucha yo, eso si que no! Al fin y al cabo, ¿qué somos las mujeres para los hombres? Una cajeta abierta, calentita en invierno, fresquita en verano. ¡Por favor, basta de parir gratis! Cuántos años nos tuvieron silenciadas, ¡se les terminó! Van a empezar a pagarles a todas esas madres solteras que hay en el mundo. Hay aplausos consentidos de las negras. -Van a respetarnos. Y ahora dándose vuelta, dirigiéndose a su negra tribuna de pelmazas: -Chicas, hay que despertarse, pongamos el corazón durito, no hay que entregarle la cachucha a ningún negro, ni de casualidad, gritó apretándose la bombacha en un gesto de clausura, aunque nos prometan el oro y el moro, que así pasa, terminamos igual, entregadas a lo que nos dicta nuestro corazón. ¡Y después no nos queda sana ni la oreja!

Viendo la que se venía Frasquito puso paños fríos a la cuestión: -Chicas, dirigiéndose a las negras, nos vamos cambiando por favor para el espectáculo. Poquita ropa, ¿Okey? En esa salta La Bomba, subversiva: -Las chicas no se van a cambiar nada. Desde ahora no recibimos ninguna orden más, de ningún hombre. Las negras la apoyaron con afirmaciones y aplausos. -¿Que les pasa, pimpollos, ya empezamos con lo mismo? Sabés que estoy reenamorado de vos. Estamos de novios desde los diecisiete años. ¿Querés otra prueba más? Toda mi fortuna está a tu nombre ¿o no, pimpollín? Por favor chicas, cortémosla con todo este desbande. Acuérdense que estamos trabajando. -No estamos trabajando un carajo, somos explotadas. Vos Frasquito, nos explotás, dijo La Bomba, cabecilla. Y si estamos de novios desde los diecisiete años es porque era la única tonta del barrio que te daba bola. Y tu fortuna está a mi nombre por orden del juez, para que no quedés en la calle con tanta deuda de impuestos. -Terminemos con esto de una vez. Estamos a un par de cuadras del Rincón del Litoral. Cambiensé, rápido que en quince minutos suben al escenario. ¿Cuánto quieren? Está bien, les triplico el sueldo. -¡Frasquito no seas insensible!, gritó la Bomba y agregó, lo que queremos es dignidad y respeto. Las negras aplaudieron más todavía. -Disculpen chicas, con todo respeto, les está por venir el período en estos días, dice el otro con una ironía despojada. -¡Nunca imaginé que estaba casada con un monstruo! Las negras seguían en silencio el diálogo. En ese momento interviene Henry, aprovechando que el micro para en un semáforo. -Me saco el cinto, jefe. Las negras se le van al humo enseguida, indignadas. Frasquito le enseña guiñándole un ojo: -Pero no, Henricito, a las mujeres no se les pega. Hay que tratarlas como rosas. No sabés que son las flores de la vida. ¿Qué sería del mundo, sin las mujeres? Henry lo miró a Frasquito un poco sorprendido. Frasquito lo agarró del brazo y se lo llevó hacia un costado apartándolo de las flores. -Disculpen chicas, voy a decirle algo a Henry en privado. Y le murmuró al oído: -Esto no tiene fin. En el próximo semáforo, bajate y comprá cuatro ramos de flores. Los más grandes y escandalosos que tengan. Y una caja de bombones en cualquier panadería. Andá mirando cuando pasés por alguna. Bajá y comprás. Así finiquitamos de una buena vez este asunto. Henry volvió a sentarse al volante. A la medía cuadra Henry arrima el micro al cordón de la vereda. Baja corriendo. -¿Dónde va nuestro primo?, preguntaron las dominicanas. -Parece que vio a un amigo de Santo Domingo por la calle, lo excusó Frasquito. Bajó a saludarlo, enseguidita vuelve, también ustedes no sean tan impacientes. La Bomba sospechó: -Frasquito que estás planeando, mirá que te conozco, mascarita, dio tres golpes de taquito al piso del micro. -Nada mi vida, ¿que voy a estar planeando? Al rato viene el negro tapado por cuatro enormes ramos de flores. -Esto es para las reinas de nuestras vidas, dijo Frasquito. Henry sacó también de una bolsa de nylon tres cajas de bombones y se las entregó a cada una. -¡Que dulce sos, primito!, le dijeron las negras. -Haya paz, repitió Frasquito. -Ante semejante declaración de caballerosidad, no nos queda otra, chicas, concluyó la Bomba parándose de su asiento. Tiró para atrás su bufanda fucsia de visón y le estampo tremendo beso de postal y seguidilla al dueño de su corazoncito, Mr. Frasquito.


Obviando este incidente, en los asientos traseros del segundo piso del micro, los integrantes de Hippie, seguían vomitando a granel. El Tipeador de Los Sorias intimaba con La Bomba que ni hacía medio segundo que había terminado de discutir con su marido y ya se le tiraba encima, sacándose el top. Inmedíatamente recibieron una orden de Frasquito. -Al cantante y al Sofocador, que son los que ponen la cara, despiértenlos como sea. Estamos a diez cuadras, nomás. El Tipeador se levantó los pantalones y olvidó limpiarse el pájaro de lápiz labial, ¡lápizlazuli del amor! y retrucó: -¿Como les saco el mambo que tienen encima? Tienen que dormir un par de horas, para que se les pase. -Imposible, dice Frasquito, no pueden dormir ni un minuto. No hay tiempo, metelos en el baño, poneles la cabeza en el inodoro y apretá el botón y no los soltés. Con eso les tiene que bajar el alcohol de la cabeza. El Gran Tipeador de Los Sorias agarró de la mano a La Bomba, ambos corrieron hacia el fondo del micro donde estaban tirados los músicos. Todo Hippie Rabioso dormía plácidamente con excepción de Mil Pilas que viajaba sacando la cabeza por la ventanilla. El Gran Tipeador lo agarra de los pelos y le mete la cabeza adentro. -Qué hacés, inconsciente, querés perder la cabeza. Mil Pilas le vomita el pantalón. En el intento de zafar del vomitazo alegre, codea al bajista del grupo que se despierta pidiendo: ¡Otro whisky mozo, por favor! Haciendo eco de su pedido Mil Pilas le vomita en la cara y el bajista vuelve a dormirse. Del susto también se despierta Dominó Carcajón, tecladista, e increpa al Gran Tipeador: -¡Rápido mozín, un clericó con cola, una piña colada y un whiscacho on the roblers. ¡¿Qué me mira mozo!? ¿Qué hace abrazado a Mil Pilas? ¿Se gustan? ¿Son novios? Me parece bárbaro, mozo. Pero continúen con su noviazgo después de traerme los tragos que les pedí, dice tirándose sobre los asientos del chevalier remodelado.

En eso, Cucurto despierta pegando un gran salto y reventándose la cabeza contra el acrílico del techo. "¡Lápiz y papel, Frasquito! ¡Rápido, que voy a escribir una canción! , pidió desesperado Cucurto, loquibambio y desnudo. Recién entonces se percató de la presencia femenina, le dijo a Suni, La Bomba: -Pimpollito, preciosura, vení dame un piquito, jazmincito. Se le fue encima abrazándola y frunciéndole la trompa. La Bomba lo apartó de un empujón: -¡Ay, qué zarpados que son! No saben tratar a una dama. -Dále atorranta no te hagás la snob. Dale tirate una cana al aire que se te va a amortizar la cachucha. -Ay, salí, soltame, tenés un olor a vino que espanta, dijo acomodándose el top. Se sumaron, dolidos por el rechazo, los Hippies con un vendaval de reproches machistas. -No te hagás La Madre Teresa, que tenés mas empujones que molinete de subte. ¡Si sos más corrida que el tango la cumparsita! No te hagás la frígida, que tenés más molleja que mandarina correntina. ¡Dále, pata de gallo, rodillita de canario! No te hagás la linda que sos más fea que promotora del mundo del terror, que azafata del tren fantasma. Suni ante los improperios de todo calibre se largó a llorar. El Gran Tipeador, encolerizado, sin la menor capacidad para creer lo que pasaba, ensayó una réplica de retos e insultos. -Pídanle disculpas, maleducados. Los Hippies se largaron de nuevo, pero esta vez al revés. -Negra, no hagás pucheros que sos más graciosa que el soldado chamamé. No seas exagerada, si sos más dulce que el rosado peñaflor. ¡No llorés ché, que nos hacés sentir culpables! -¡No!, ustedes me dijeron que soy horrible, y que tengo patas de gallo en la cara. Los Hippies trataban de convencerla de su hermosura: -Pero no digas pavadas, si en la cara no tenés ni una arruga. No se te notan para nada las cirugías y tenés unos pechos bárbaros. ¡Y una cola para alimentar a un batallón! Aparte, estás reflaca, pura fibra y mucha firmeza, durita, durita. -¿Ay, en serio me lo dicen chicos, no me estarán cargando, no? Hace treinta y cinco días que estoy con esta Dieta de la Luna, todo un sacrificio. Puro té de yuyo de la noche a la mañana. ¡Ya no aguanto más! -Sí querés te hacemos la dieta de la leche del palo borracho, ¿la conocés?, le dijo Mil Pilas tirándose al asiento de la risa. -Ay, con ustedes no se puede hablar en serio, dijo Suni esbozando una apenas visible sonrisita. -¡Y ese color mate lindo, de morocha litoraleña, que hermosura! -Sí, es natural, ni una gota de sol, eh. Si tomo sol quedo como un carbón. Que vamos a hacer, el color como el sabor se hereda, afirma La Bomba presumiendo en un mar de cargadas. Los Hippies dieron rienda suelta al piroperio: ¡Esto es una mujer las demás son fotocopias! ¡Qué habrá pasado en el cielo que los ángeles se cayeron! ¡Juguemos a la aduana, yo llegaba y vos me revisabas el bulto! ¡Como quisiera ser picaflor y que tu fueras clavel! ¡Para libar el capullo de tu boca! ¡Soñé que eras barrilete y yo viento y te remontaba, te remontaba! Los Hippies son lugar a dudas eran una verdadera máquina generadora de decir pavadas. -Nosotros lo decimos de envidia, porque nunca vamos tener una mina como vos a nuestro lado. Porque somos borrachos y feos. Somos antiguos, con rayes machistas y le pegamos a las mujeres porque no queremos aceptar nuestros errores. Pero vos, Suni, vos nos hacés cambiar, nos hacer ver las cosas de otro modo. ¡Te amamos!, gritaron los Hippies a corro y se largaron en un llanto intolerable. Suni sintiéndose culpable de la situación trató de calmar las aguas: Ay, que bruta soy, que hice, les rompí el corazón a estos muchachos. Bueno, no sean exagerados chicos, yo también los quiero y para que vean mi cariño, les doy un besito a cada uno y si quieren pueden tocarme mis partes sensibles un ratito, les prometió la Bomba poniéndose en medio de los cuatro parando la cola y sacando los pechos. -¡Gracias Mamá Suni!, gritaron recuperados los Hippies fuera de todo parámetro, inimputables. -Pero antes prométanme que no van a llorar más, no quiero mas lágrimas. -¡Te lo prometemos, mamaza! La escena había dado un brusco vuelco los papeles se invirtieron ante el desconcierto del Gran Tipeador que pasó de acusador a acusado. -Vos tenés la culpa que nos decías que la bomba era una flor de atorranta, lo señalaron los Hippies. -¡Vos Tipeador, mi vida, les dijiste eso! ¡Ay, que me desmayo!

Frasquito con la cabeza en otro lado e ignorando olímpicamente la escena le dijo a su secretario: -¡Lápiz y papel rápido, para el Sofocador que está por componer una canción! ¡Quieren hacer el favor de hacer silencio, no ven que está un genio trabajando!, le dice a todo el resto del micro. El Gran Tipeador responde presurosamente huyendo del bolonqui y sacudiendo un block de hojas en medio del pasillo. -Inmediatamente, jefe. Hojas para el genio. ¡Hojas para El Gran Cucurtito querido! En el apuro trastabilla con Dominó Carcajón que dormía despatarrado con una amplia sonrisa, gran barriga de abadesa, satisfecho, como Sancho con su panza. Mil Pilas por el apretón, vuelve a vomitarle en la cara al tecladista. El tecladista a su vez, inmedíatamente recuperándose, agradeció exacerbando su perorata: -Gracias mozo, qué rapidez. El clericó lo pedí sin cerezas, mozo. Venga para acá maleducado. ¿Y ahora adónde van? ¿Al baño? ¡Homosexuales!, decía en aras de vérselas con El Gran Tipeador que arrastraba a Cucurto de los pelos hacia el baño. Al Gran Cucu no le importaba nada y sólo atinaba a desojar las hojas del block carta como una margarita. Recitaba la típica copla lunera de enamorado, "me quiere, no me quiere, me quiere..." Y encima escribía, ¡un fenómeno total! Metido ahora, contra su voluntad en el baño, hace buches en el agua del inodoro y gluglutea entre charcos, "Arielina, alma mía, ¿dónde estás? Mi cuchicú, mi pororó, mi pochoclito de maíz. ¿Dónde te llevaron estás gentes malas y envidiosas que nos rodean? No te preocupes budincito, voy a luchar hasta el último segundo de mi vida... Sin vos no soy nada, me muero sin vos, mi flor de tilo...", deliraba El Sofocador mientras todos se peleaban por meter la cabeza en el inodoro pensando que es una damajuana de sangría. -Corténla ché, quédense quietos que el baño es chico. ¡No apoyen, maricones! Ante la indiferencia generalizada El Gran Tipeador comienza a repartir rodillazos y codazos por todos lados. Pronto se le pelan los codos y se inflaman las rodillas de tanto pegar. Mil Pilas pierde, en el glamour del alboroto, dos dientes que caen en el inodoro y Cucurto se los traga de un sorbo. Los cerámicos del baño se manchan de sangre. Dominó ve la sangre y se desmaya abrazado al teclado. Cae sobre la cabeza de Cucurto. Ambos quedan trabados en el inodoro. Mil Pilas trata de destrabarlos con tan mala suerte que el inodoro cede de su plataforma. El envión los empuja fuera del baño. Caen los cuatro sobre la máquina cafetera del micro. El café los quema vivos. Cucurto grita: -Sacáme el culo de encima que me estás ahogando. Dominó Carcajón se despierta y pide: -¡Otro whisky, mozo! A su llamado acude Mil Pilas que les vomita por milésima vez en la cara a los dos, haciendo que se separen del asco. -Borrachos perdidos, dice el Gran Tipeador agotado de tanto lidiar con los curdas, bajando hacia la cabina del conductor.

En ese momento una liebre se cruza delante del micro que iba despacio por la avenida Brasil, rumbo al barrio de La Sagrada Constitución. Henry volantea para no pisarla. El micro sube a la vereda y se incrusta contra una casita remodelada. Una pesada placa de bronce rompe el parabrisas y la cabeza del dominicano. En ella se lee: "En este solar vivió el Honorable Presidente Hipólito Yrigoyen". Fabián Frasquito leyó la placa conmemorativa, parece que vio la lápida de su tumba. Se le pusieron los pelos de punta, las gotas de sudor le caían de a litros y al mismo tiempo un chubasco de frío le atravesaba el cuerpo. Los pensamientos corrían como ratones en su cabeza. -¿Qué hicieron manga de boludos? Estoy en la ruina, van a creer que es una ofensiva política. Me tiran todo el electorado en contra. "Grupo comando peronista atenta contra la democracia, la libertad y la casona de nuestro querido Hipólito Yrigoyen", va a titular la prensa oligárquica. El radichetismo va a hundirme. Imbéciles, me están ensuciando políticamente. Van a terminar con la presidencia de Palito. Todo el mundo sabe que soy su amigo íntimo. Infelices, ¡salgamos de acá!. ¡Volemos ya, yaaa!. Frasquito delira, gesticula, se muerde la solapa del saco, pega la cabeza contra la palanca de cambios, lambe el espejito retrovisor, no sabe que hacer. -Vamos a terminar todos presos. Le dejamos a la miseria la cucha al radicheta de Hipólito, que en paz descanse. Henry interrumpe: -Merecido lo tiene, por radicheta. Frasquito se vuelve loco: -¡La culpa la tenés vos, bestia! ¿Tenés idea del costo político de tu liebre, infeliz? Tendré que coimear a medio mundo y más. A toda la policía, al intendente, al Jefe de Gobierno, ¡hasta al barrendero de la esquina voy a tener que tirarle una cometa! Estoy harto de que la justicia me viva. No quiero darle de comer a ningún polizucho más. Se terminó. El gil se avivó. Prefiero la cárcel.

-Sacálo Henry, sacálo al Mercedes, se impacienta El Gran Tipeador. -No quiere salir, coño no arranca. -¡¿Cómo que no arranca?! Hacélo arrancar como sea o terminamos todos presos. -Va, va, ahí va. Estaba atorado con los fierros de la ventana y el piano del living. ¿Sigo derecho por Brasil, jefecito? -No te hagás el caribeño simpático, que te voy a mandar a Mozambique de una patada en el culo. -No se preocupe jefecito, no me trago ninguna cucha más. -Estacioná en el parque, ordenó Frasquito, debajo de esa arboleda.


Un fuerte estrépito se oyó en el piso de arriba del Chevalier y acto seguido bajó una super correntada de agua que inundó el interior del micro. -¿Esta agua de dónde salió?, pregunta Frasquito y recuerda, dejaste la canilla del baño abierta. Subí, apurate que se estarán ahogando todos. El Gran Tipeador sube rápidamente y se encuentra ante un espectáculo macabro. Los tres integrantes de Hippie estaban ahogados con las cabezas colgadas de las ventanas. Se acerca y descubre que no murieron ahogados, sino degollados con un arma profunda. Escondidas bajo los asientos, también degolladas estaban las mulatas. En el baño seguían con vida Cucurto y Mil Pilas super borrachos. El agua les llegaba a la altura del pecho.

Cerca de la escalera que conduce al primer piso se ve un cadáver flotando en la superficie, atado con una bufanda fucsia de visón al respaldo del asiento. -¡Suni!, grita El Tipeador. Sin bombacha y con las piernas abiertas, atadas de ambos tobillos a los asientos. El Gran Tipeador se desmaya y rueda con Cucurto y Mil Pilas a cuestas por las escaleras, hasta la planta baja del micro.

-¡Un whisky, mozo!. -¡Sacámelos de encima inmedíatamente, Henry!, ordenó Frasquito. -¿Y a mí, quien me los saca?, contestó el negro y enseguida se esperanzó. -¡Un músico, jefecito, coño un músico en serio, justo lo que andábamos buscando! ¡Nos cayó un músico del cielo coño, agradezcamos a la Virgencita de Las Antillas!, decía el dominicano arrodillándose, juntando las manos y llevándolas al pecho como un predicador. -Vamos, agradezcan argentinos descreídos, repitió Henry. Frasquito enrojeció de furia ante semejante exaltación de cristianismo. Agarró un palo para medir el aire de las gomas y comenzó a correr al negro por todo el interior del micro.


-¡Agarráme que lo reviento! ¡Negro remañoso! ¡Vení para acá esclavo! ¡Viva la esclavitud, negro miserable! Vení da la cara, poné el marote. En la primer feria que encuentro te cambio por dos gallinas. Dejáte agarrar, boliviano iletrado, analfa. ¡Vivan los holandeses! Te voy a hacer jabón si te alcanzo, escandalizaba Frasquito persiguiendo a su chofer dominicano.

Cucurto se despierta por el tremendo alboroto:
-¿Que pasa, ya comenzó el desfile? Tan temprano, che.



Mil Pilas y Cucurto terminaron abrazados, extenuados sobre los asientos delanteros. Henry quedó en la parte trasera del micro. Veinticinco metros mas adelante, sentado en el asiento del chofer, ahogado, atacado por el asma, sin poder respirar ni hablar estaba Frasquito, contenido por su secretario y flamante héroe nacional, El Tipeador de los Sorias, que después de un gran esfuerzo psicológico, logró sacarle el palo de amasar gomas al esmirriado millonario. Dos minutos de descanso y la noticia a secas: -Arriba están todos muertos. Fueron asesinados, le dijo el secretario. Un ¡Quéé! sacralizador se oyó de la boca de Frasquito.

Unidos por la desgracia subieron al segundo piso del micro a verificar el macabro espectáculo. -¡Quéees esto, Henry, por Dios! ¡Virgencita milagrosa y santa! El dominicano se acerca a los cuerpos de los músicos. -Su mujer fue asesinada de un tiro en la frente. Antes de matarla la violaron. Todos los demás están degollados, dice Henry.
-No puede ser. Salgamos de acá, pide Frasquito.

Los tres hombres se reunieron en el pequeño baño del micro. Cerraron la puerta: -Escuchen, vamos a pudrirnos en prisión, comenzó Frasquito. Un auto inundado, la casa de un líder de la oposición destruida. Siete personas degolladas en el segundo piso del micro. Tres de ellas mujeres indocumentadas, y de seguro menores de edad. La policía pensará que es tráfico de prostitutas. A todo esto hay que agregar a mi mujer, la artista cumbiantera más importante del país. ¡Y encima Hippie Rabioso, mejor ni hablar! Cuando hagan las pericias a los cuerpos, va a saltar el alcohol y la merca. Van asociarnos con el negocio de prostitución de menores y el tráfico de drogas. Pensarán que se nos fue la mano en una "festichola negra". ¿Cuántos años tenían tus primas, Henry? -Trece, catorce y quince, iban en escalerita, je, je, ríe con falsedad encomiable. -Esto no tiene que salir del micro, siguió Frasquito, ¿entendieron? Nos metieron siete muertos. ¿No se dan cuenta? Es un claro atentado político de los adversarios de Palito. ¡Deje ya de pensar en las consecuencias políticas!, le paró el carro violentamente el Gran Tipeador de Los Sorias. El empresario se limitó a escuchar. -Mataron a tres niñas inocentes, podrían ser sus nietas; gente humilde, que viene de lejos a ganarse el pan y mire como terminan. ¿Usted sabe dónde queda República Dominicana? ¡Que va a saber! Para su información le digo que está pegadita a Haití, una de las islas mas pobres del mundo. Sólo un cordón montañoso las separa y esto es en todo sentido. Son el corazón del Caribe. La alegría de todo el chiterío mundial. El Caribe es mucho mas que Cancún, Acapulco y Varadero. No todos nos conformamos comiendo todos los días frijoles y escuchando música. La bachata cuando no es rosa es negra. Deje de pensar en su dinero. Siete personas murieron por sus entreveros, dichos y entredichos de su oscura vida política. Sé que la política es un negocio. Mejor dicho "su" negocio y la de todos sus amigos y opositores. Como político le exijo un poco mas de tacto, precaución, ya que solidaridad sería imposible pedirle. Nuestras vidas estuvieron en juego todo el tiempo y usted lo sabía. No dijo nada. Nos envolvió como a un voto. Nos dejó librados a nuestra suerte. Podrían ser nuestras cabezas las que estuvieran rodando ahora. Nos salvamos porque Dios es grande. O porque estábamos peleando con usted, cretino. Ni a su mujer respetó. Hágase cargo, Frasquito. Usted terminará preso. ¿Quién de nosotros va a devolverle la vida a esta pobre gente? ¿Nosotros? ¿Su fortuna? ¿Su dinero va a devolverle la vida a estos muertos? Usted es el más claro reflejo de lo que fue la clase dirigente argentina en los últimos treinta años. Robos, corruptelas, metidas de manos en bolsillos ajenos, estafas, engaños, internas salvajes y fraudes electorales por un punto de poder en el mapa, por un distrito de morondanga. Todo mientras la gente se muere de hambre. Hundir a toda costa a la clase medía, quitarle su dignidad: primero tirándolos al río, después reduciéndoles los ingresos y aumentándoles los impuestos. Haciéndoles creer en la eficiencia de la política con una treta fenicia y gitana de mal veneno. La compra a crédito: el gobernar a través del televisor, la heladera con freezer, el lavarropas, y la compactera. ¡Todo para el hogar!!Todo para la familia! ¡Señora, el pica-pica! ¡Coma sin engordar! ¡Raya, muele y pica, cebollas y zanahorias! ¡Hasta la remochala más arisca! ¡El pica-pica para su cocina! ¡Coma sin engordar! ¡El práctico y utilísimo pica-pica! ¡Para la cartera de la dama y el bolsillo del caballero! ¡El pica-pica! El gobernar a crédito. ¡La Gran clase dirigente argentina, la peor de todas! ¡Termina vendiéndose a la clase empresarial! ¡Viva el televisor y el lavarropas! ¡En módicas cuotas indexadas! ¡Para toda la familia argentina el televisor de moda y la computadora personal! ¡Esto hay que denunciarlo! ¡Tiene que haber justicia para los culpables!, gritó indignado El Gran Tipeador de Los Sorias.
-¡Sí, sí!, por la vida de mis primitas. Hay que encontrar al desgraciado que hizo esto. ¡Quiero enterrarlas en mi país! ¡No en esta república de ficción! ¡República, sí, claro, pero bananera! ¡Quiero enterrarlas en Dominicana!, gritaba Henry con todo el dolor en el alma, que Dios las tenga en la gloria. Es mi único deseo. Se soltó en llantos. No había consuelo para nuestro amigo dominicano.
Hubo un silencio sepulcral.

Los tres personajes quedaron en silencio, sentados en el piso del baño. Henry lloraba desconsoladamente. Los otros callaban. Se limitaron a respetarle el llanto. No obstante, la negligencia de la naturaleza se hacía presente: por la ventanilla del baño entraban, lozanas las anchas hojas de un molle. Oscar miró al superempresario. Una lágrima parecía escaparse de sus ojos, contra su voluntad. El empresario se puso de pie, metió las manos en los bolsillos; afuera comenzó llover inexplicablemente. Las gotas pegaban en las chapas del micro. Comenzaba a refrescar y una brisa del río sacudía las ramas de los arboles y deslizaba, veloz, el agua por las canaletas.

-Lo que decís es cierto, Oscar (que parece que así se llamaba El Tipeador). Todo ha sido una sucia cuestión de negocios. Pero nunca pensé que se desencadenaría en esta matanza. En ciertas ocasiones cuando creemos que tenemos todo controlado, es cuando más rápido se nos escapan las cosas de las manos. Daría mis 30 años de carrera empresarial para devolverle la vida a esa pobre gente. Pero nadie le devuelve la vida a nadie. Hace 30 años, en los finales de la década del ochenta, cuando ninguno de ustedes había nacido. Pensé que algo podía cambiar en este país. Sentí que había algo grande, importante. Ya ves, me equivoqué. Eso grande, importante, era la mierda acumulada. Todo es una gran rueda de bosta, un círculo cerrado y asfixiante. Un club con inscripciones para pocos y yo soy socio de ese club. Todo lo que decís es cierto, pibe. Tenés 20 años y pensás que las cosas se pueden hacer bien. ¡Claro que sí! Yo tengo 80 años, una fortuna considerable. Pero la piel comienza a adherirse a mis huesos. Cuando camino descalzo por un jardín, los gusanos de la tierra parecen llamarme. Me mandan un fax para recordarme que no los haga esperar. Ojo que no lloro. Siempre hice lo que quise. Desde aquella madrugada en la cual la vieja me zarandeaba de un brazo y me chocaba contra todas las personas que iban por la calle. Nunca vi una madrugada igual, horriblemente gris, lluviosa. Madrugada de finales de julio. Ella, ya muerta, seguía impulsando un poder invisible y celestial sobre todos los que estábamos allí, en la plaza. ¡Y qué tristeza tan inverosímil! El lujoso coche fúnebre pasaba a paso de hombre, entonces mi madre comenzó a pechear a las peronas que tenía adelante y arrojó las flores sobre el techo del cortejo fúnebre, después se dobló en llantos y quedó arrodillada en la vereda abrazándome. Mi madre, doblada en llantos era la demostración mas acabada del poder de una persona. Ella había ingresado en la inmortalidad y sonreía, ladinamente, como quien disfruta después de haber logrado su cometido. Y si había despertado pasiones y odios en vida, pues muerta despertaría muchísimos más... Esas flores siguen allí, lozanas e intactas girando inexorablemente en su memoria. Ella, sigue allí, metida en la historia argentina, con su peinado de ribetes en boga, sonriente, alegremente muerta, como si nunca hubiera muerto... La carrera política es simple, muchacho, para hacer política se necesita guita y la guita se consigue a través de la política. Asumo mi responsabilidad en estas muertes. Soy partidario del esclarecimiento de esta locura. Pero, ¿qué quieren? ¿Que me baje los pantalones? ¿Que me ponga a llorar y le mande flores a los familiares? ¿Tengo cara de cura condolente, yo? -Lo único que quiero, dijo Oscar con un brillo de indignación en los ojos es que gente como usted termine en la cárcel. Usted es un estafador y ahora quiere hacerse pasar como un patriota. ¡Que alguna vez pensó cambiar algo! Sí, el color del dinero y ponerle su nombre a los billetes. Tiene que pagar por lo que hizo, Frasquito, no me importa toda la historieta a lo largo de la política del siglo pasado en la argentina. La política es una cueva de ladrones y usted es Alí Babá. Lamento decirle que los gusanos tendrán que esperar hasta que pague por lo que hizo. Los gusanos son lo único peronista que queda en el mundo; y no van a llevárselo hasta que esté bien podrido. Usted tiene que terminar preso, Frasquito. ¡Por la democracia, por el viejo estado argentino...!

-¿Democracia?, ¿De qué hablás, pibe? Por gente como vos este país se fue a la mierda. Cagón, hablás de democracia, de derechos humanos, de conciencia cívica; son la primer larva de este país. No me corrás con el chamuyo flojo de la democracia. Dale poné el voto que gana el que vos votás. Y va ganar porque lo votás vos, nada mas por eso. ¡La democracia soy yo! ¡Que tengo guita! ¡Y no la rifo ni la reparto! Acá manda el que tiene la torta. Eso es democracia, boludo. Hablame a mi de conciencia cívica. Andá, poné el voto, boludito, tu voto vale, dale castigalos, dales con todo. Hacéte respetar a través del voto. A la flauta, que voto castigador tenés ché. ¡Viva el voto! Tomá la urna, castigá, boludito, que yo me llevo toda la torta. ¡Ay, ay, ay! ¡Para la moto con el voto ché, no me castigués tanto! Dale votá al partido Chirulo, que va a ganar Chirulín. Ojo, tiene que ganar porque vos lo votaste, eh. No le queda otra al pobre Chirulín más que ser tocado por la varita de las leyes justas y soberanas de las ciencias cívicas. Viva el sistema civil y republicano. Viva la vida civil y democrática. Viva aunque esté muerta. Y después te reís de los tickys que van y votan al peronismo, sin saber ni quienes son. Claro, pibe, me olvidaba, perdoname, que para votar hay que hacer un curso. Los tickys van y le ponen el voto a Perón y que sea lo que Dios quiera. Lástima que Perón ya murió. Eso es inexplicable, aunque estén cagados de hambre van y votan al mismo. ¡Perón carajo! También, como no se van a cagar de hambre si hace 50 años que vienen votando a un muerto. Ya es hora de que alguien les explique que Perón murió ¿no? Pero la siempre insatisfecha y mal cogida clase medía argentina, ¿qué hace? Corta boleta. ¡Andá y cortá boleta, boludo! Ahí está la solución, todos tendríamos que cortar boleta. Vamos todos por la bicisenda. Total, el país es Almagro, Palermo Viejo, Colegiales. ¡Viva la Capital! ¡Aguante Tribunales! ¡Ensánchenme Corrientes! ¡Quiero espacios verdes, para tomar sol! ¡Para pasear el perro! ¡Qué idea genial la de la bicisenda! ¡Abramos bibliotecas populares! ¡Este país necesita bibliotecas! ¡Organicemos una fiesta de las Ciencias y las Artes en La Recoleta! ¡Mejor me voy que llego tarde a mi curso de cerámica, capoeira y teatro en la escuelita! ¡Pocho, te moriste a tiempo, ché!

-Prefiero cortar boleta y no matar gente. -¿Quién soy yo? El primer chorro de la política argentina. Paremos la moto, por favor. Si así fuera, no estaría hablando con vos, nene. ¿Qué te pensás que yo inventé todo? Ojalá, sabés la guita que estaría cobrando por derechos de autor. Sería millonario. ¿Tengo cara de Robin Hood, yo? Voy a salir a repartir juguetes por el día del niño. ¿Para qué me gasto explicando? También, qué se puede esperar de un pajuerano que lee poesía? Te están rompiendo el culo y vos calladito, chito y muti, leyendo a Becker. Leé, ciudadano ilustre, ilustrate. Que hoy la ciudad cumple 500 años y se va a destapar la olla.

-Somos nosotros tres, afirmó El Gran Tipeador, y los dos borrachos de abajo. Alguien fue. El asesino está entre nosotros.
-Para tu desilusión, héroe patrio, lamento decirte que yo no fui. Todo el tiempo estuvimos juntos, aclaró Frasquito, se sacó las manos de los bolsillos y salió del baño del micro. El Tipeador le grita:
-Nadie lo acusa de ser el autor material del crimen, claro que no. No iba a ensuciarse las manos. Pero fue el instigador. Frasquito, yo sospecho de usted. Qué quiere que le diga.

Frasquito caminó por el pasillo del micro, bajó del segundo piso y de un salto se ubicó al volante del micro. El motor arrancó con tiernos movimientos. Dejó atrás la arboleda y el parque. El sol entró de golpe por las ventanillas. A las pocas cuadras tuvo que frenar de improviso ante una banda de niños saliendo del colegio. Sin duda, serían entre las cuatro y las cinco de la tarde. Los guardapolvos blancos en contraste con el sol le hicieron doler los ojos. Hacía dos noche que no dormía. Oscar, al sentir el micro en movimiento, salió del baño y bajó a la cabina del conductor: -¿A dónde vamos?, preguntó. -Al Rincón del Litoral, respondió el empresario. -La gente pagó por un show y hay que darle música, agregó. -¡Estás loco!, levanta la voz Oscar, indignado, estás totalmente enceguecido por los negocios. Se acabó, se terminó todo. Chau negociaciones. Adiós responsabilidades. Ocurrió una desgracia, el negocio se fue al tacho. -No entendés un carajo Oscar, si no hacemos el show nunca encontraremos a los asesinos. Ahora más que nunca no podemos esquivar el bulto. Tenemos que sacarnos a la gente de encima como sea. Y la gente quiere el show. El Gran Tipeador de los Sorias ensimismado en su propio pensamiento refuta: -¿Y qué vamos a hacer? Vamos a revivir a los muertos para que cumplan su contrato. -Haremos el show con lo que haya. Si no lo hacemos el escándalo será enorme, y a esto hay que agregarle los cadáveres. No nos queda otra, Oscar ¿quién va creernos que nosotros no tuvimos nada que ver? ¿Acaso entró el fantasma de la Oca a nuestro propio micro, mató a siete tipos y voló por las ventanillas? Bajá de una vez por todas, Oscar. ¿Sabes lo que van a decir?: Una confabulación, un arreglo de cuenta entre sellos discográficos por un espacio en el mercado de la música. Y chau, treinta años a la sombra. A qué comisario le gusta que le pongan siete muertos en su juridicción; el tipo va a necesitar un chivo y los chivitos somos nosotros. Nos mete en una misma bolsa, nos ata y nos pega una patada en el culo y chau pirulo. Colorín colorado, caso cerrado. Nadie quiere complicaciones. Está mas claro que el agua; siempre el incendiario es el que sobrevive al incendio. Al fin y al cabo ni siquiera nosotros tenemos una mínima idea de quién pudo haber sido, imagináte ellos.

El micro se detuvo a un par de cuadras de las vallas de contención que la policía había dispuesto para los espectadores. El semáforo en rojo. Los troncos de los arboles pintados de celeste y blanco y sus ramas recubiertas con guirnaldas y luces de colores. Las luces de neón del Rincón del Litoral, se encendían y apagaban: hacían extrañas combinaciones.

Los fans de Hippie se mezclaban con los clientes de las casas de electrodomésticos. Y las mujeres de la vida se paraban al costado de las vidrieras de las casas de deportes; haciendo ofertas grandilocuentes como ocasionales vendedoras del calzado y la ropa deportiva. El porteño barrio de Constitución mostraba su singular vitalidad. Vendedores de panchos, helados y garrapiñadas se apretujaban en las esquinas, eran literalmente arrasados por las multitudes que bajaban de los colectivos y corrían a tomar el tren. El destino de miles de personas sería un lugar inhóspito en las afueras de la ciudad, una calle de tierra, dos o tres niños mugrientos jugando en el piso, una cuenta de gas o luz sin pagar junto al plato de comida fría, (porque el tren descansó mas de la cuenta entre las estaciones), alguien que circunstancialmente ayuda a poner el reloj en hora para la mañana siguiente. ¡Y vuelta a empezar! Un auto negro pasa a gran velocidad y arroja un ladrillo a la vidriera de un restorán-parrilla libre chino. Una moza sale con un repasador en la mano recriminándole en un idioma ininteligible.

-Jamás en la vida estuve en una situación tan degradante y harto - decepcionante, reflexionó Oscar y continuó, preso en un micro ridículo con un dibujo de palmeras doblemente ridículo; siete muertos encerrados en el baño del micro. Un chofer dominicano, que gana en una semana lo que yo en un año por manejar un cascarro destartalado. ¡Y es incapaz de esquivar una liebre! Además destruimos la casa de Hipólito Yrigoyen que seguramente era patrimonio cultural de la ciudad. ¡Va a costarnos años de prisión! Qué pesadilla, los dos músicos más importantes de la música en lengua castellana no son mas que dos pobres muchachos drogadictos, obnubilados por la fama, las putas y el dinero. Para bien de males, tienen un representante loco y supermillonario que odia a la clase medía. Y sólo piensa en poner su cara en los billetes de 1000 dólares. A un par de minutos del espectáculo permanecen totalmente droggies, tirados en los asientos traseros. Y para colmo de males, ¡qué locura tan loca!, Mi única alternativa para no ir a la cárcel es que toquen bien esta noche. ¡Si no pueden ni pararse! ¡Qué locura por Dios! ¡Llegar temprano a un lugar donde tienen que tocar unos músicos que no pueden sostenerse de pie! Realismo delirante y atolondrado, peroraba para sus adentros El Gran Tipeador, héroe nacional, mientras el semáforo pasaba del rojo al verde y el micro salía impulsado hacia su destino.


-¡Dos whiskys, mozo rápido!, Ordenó el infradotado de Mil Pilas, cantante de Hippie Rabioso. -¡dos whiskys o no subo!, amenazó el atorrante. -¡Este delincuente esta consciente!, se alegró Frasquito. -¡Milagro, le bajó el escabio!, también tuvimos que inundar el micro para que se le pase la borrachera. En ese momento baja Henry con los ojos hinchados y colorados de tanto llorar. Sacó un pañuelo del bolsillo trasero de su pantalón y se sonó la nariz. Al sentir la presencia del dominicano todos se dieron vuelta. Lo miraron a los ojos sin decir palabra. Frasquito se paró, agarró el volante y con lágrimas en los ojos le dió un fuerte abrazo. Los hombres quedaron frente a frente, mirándose a los ojos aguados. No se dijeron nada. Rompieron el encanto los bocinazos y la luz titilante de un camión que venía de frente. Henry saltó al volante y alcanzó a volantear. ¡Que no panda el cúnico!, gritó. El micro de los Palmeras hizo una comba y quedó parado en dos ruedas, mantuvo el equilibrio unos 25 metros y volvió a caer sobre sus cuatro ruedas. Henry tomó el volante con lágrimas en los ojos. -¡Cuidado papanata casi nos matás!, le recriminó Frasquito. Todo volvió a la normalidad. -¡No me hagan emocionar, entonces! Déjenme manejar tranquilo, aparte ibas vos al volante. -Sí, pero el chofer sos vos, contestó Henry y al ver despierto a Mil Pilas se reestableció definitivamente, "¡Aleluya!, gritó agarrando fuerte el volante entre sus manos, golpeando el vidrio del parabrisas roto.
"Les dije",
"Les dije",
"Les dije",
"Les dije",
"¡Fue la Virgencita de Las Antillas! Agradezcan argentinos descreídos, en el día de la Independencia Argentina se hizo el milagro. -Salúte patria, gritó el Gran Tipeador y se quedó dormido.

-¡Un mozo, whisky!. Digo, ¡un whisky, mozo! ¡Un "Doble V" o no subo!, exigió amenazante Mil Pilas. -¿De dónde vamos a sacar un whisky para este borracho delirante?, se preguntaron todos. Los gritos despertaron también al Gran Sofocador de la Cumbia, que de un salto cayó sobre Mil Pilas e hicieron un intercambio estomacal: Mil Pilas le vomita la cara y Cucurto le mea la boca. Se duermen en paz. A su vez Mil Pilas dice: -¡Gracias mozín!, y al segundo se compone ¡Mozo sinvergüenza venga para acá! ¡Cuántas veces le dije que no quiero whisky calentito! Le voy a regalar un freezer, a ver si así aprende.

Henry elogió a su tocayo: "Viva dominicano. Así se mea. Y ahora a subir al escenario a enloquecer a la pendejada. Abran cancha que llega el ganador".

El horripilante y ridículo micro de Los Palmeras iba zigzagueando y hacía "eses" en el asfalto, ¡qué blando es el asfalto! -¡Agarráte Rincón del Litoral que haya vamos!. ¡Vivos o muertos! -Pongan los dedos en V y sáquenlos rápido por las ventanillas, ordenó Henry, mientras el micro subía a la vereda rompiendo los balcones de los primeros pisos, los tolditos de los kioscos, bicicletas amarradas a los troncos de los arboles. Viva Perón. Viva Evita. Viva el Ché. Aguante nosotros. Por ese gran argentino que se supo conquistar. El primer trabajador... ¡Aguante el Cordillerano! Sooss el primer trabajadoor. Canten carajo. Más fuerte que no se oye... ¡El que no salta es un gallina! ¡El que no salta es un gallina! .... Los principios sociales que el General ha establecido... El vocerío que salía de adentro del micro se escuchaba a unas diez cuadras, mientras el micro bajaba a la calle haciendo destrozos entre los autos chicos y rozando a las motos.

El micro se dirigía hacia su inminente destino, con miles de dedos en v, que salían de sus ventanillas. Lo esperaba la fiesta más grande del siglo. ¡Uyuyuyuyuyuyuy¡¡Karaí tuyá coli... guilillilííí!! Good Show!, como decía el tatú de la pampa mendocina al promediar el verano.